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sábado, 27 de octubre de 2012

Tatuaje

Bastante tiempo atrás, me surgió la idea de hacerme un tatuaje. Pero, como para muchas cosas a las que no me he atrevido a hacer en mi vida, pensé que “no me pegaba”. Siempre he sido una persona muy plana, muy normal. Ese tipo de “extravagancia” no parecía ir mucho con mi carácter, y por eso nunca me decidía a hacerlo.

Sin embargo, el último año de mi vida ha sido muy especial. Preparar mi boda con la mujer que me hace feliz me ha encantado, me ha emocionado y me ha dejado una bonita huella en el corazón. La propia boda y la luna de miel me han fascinado, he disfrutado plenamente de cada segundo. Y pensé que eso había que plasmarlo de alguna manera, algo que me hiciera recordarlo cada vez que lo viera. Es cierto que para eso hay un anillo en mi dedo, al que miro cada vez que me siento un poco cojo de moral y me la sube hasta el cielo. Pero quería algo que me acompañara toda mi vida, que me marcara por fuera como este último año me ha marcado por dentro. Así fue como me envalentoné y desafié a mi cuadriculada cabeza, tomando la decisión de tatuar mi piel.

Sin embargo, había que elegir el qué, qué imagen o texto iba a hacer que, cada vez que lo viera, mi mente se transportara hacia atrás en el tiempo y mi medidor del buen rollo interno se disparara hacia la más alta cota.

Lo que yo siempre me había querido hacer era un brazalete. No muy grueso, finito, vistoso. Así que en principio lo tenía más o menos claro, recuperando aquella idea de temprana juventud (ahora ya voy por la media juventud). Bien, no había sido tan difícil como pensaba. Siguiente paso: dónde hacerlo. Y ahí aparecieron los problemas. No fui capaz de encontrar una zona en mis brazos en las que poder cerrar un brazalete. Siempre aparecía un lunarcito, de los miles que tengo en mi piel, que me impedía terminar de cerrarlo.

Vaya, pues idea abortada. Había que pensar otra cosa, ahora que ya me había decidido. Encontré una zona un poco despejada, donde se podía hacer algún símbolo, no demasiado grande, pero suficiente.

Elegí hacer un tribal. Leí respecto al origen de los símbolos tribales que está en las tribus antiguas en las que se tatuaba a los individuos que pasaban de la juventud a la madurez, como un símbolo de ese cambio de etapa en sus vidas. No sé muy bien como lo medirían, y dependería que la tribu en concreto, pero me gustó la idea de que un tribal representara ese cambio en mi vida que suponía mi matrimonio.

Ahora bien, en forma de tribal se puede tatuar casi cualquier cosa, así que había que buscar un símbolo concreto que tuviera un verdadero significado importante para mí. Y ahí sí que lo tuve claro. Un corazón.

- Un corazón que representa el amor que siento por mi mujer, por esa persona con la que formo un todo y sin la que me falta una gran parte. Un amor que nos ha llevado al altar, pero que nos lleva haciendo la vida mucho más bonita desde hace 14 años.

- Un corazón que representa el amor hacia toda mi familia, en especial mis padres, mi hermano. Una familia que ha pasado por momento difíciles, pero a la que amo, aunque se lo demuestre más bien poco. Y a la que se han sumado miembros que ya lo eran oficiosamente, pero ahora lo son oficialmente y a los que también quiero de igual manera.

- Un corazón que también representa la amistad, esa forma distinta de amor que se tiene hacia la gente que te rodea, que te da la mano cuando las cosas van mal, que te va acompañando en cada cuesta abajo, pero también en cada cuesta arriba.

- Finalmente, un corazón que representa la esencia de la Fe en la que creo, que representa el primer principio de un cristiano: El amor hacia sus semejantes. Todo lo demás, es accesorio y a veces los humanos somos tan torpes que lo disfrazamos de otras cosas, pero Dios quiere que seamos felices, y que lo seamos por medio del amor hacia los demás. Al menos esa es mi concepción de la Fe y mi forma de vivirla.



Sinceramente, creo haber acertado en la elección. Me he hecho un tatuaje lleno de sentido para mí, y que cumple su función de recordarme los principios fundamentales sobre los que se debe cimentar mi felicidad durante toda mi vida. Y que además me hará viajar en el tiempo hacia este año tan sumamente especial. ¿Qué más puedo pedir?