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Desde mi osera escribiré de vez en cuando para mostraros cómo se ve la vida desde aquí.

sábado, 18 de mayo de 2013

Copa del Rey

Ahora que el amargor se ha transformado en decepción, es cuando me siento con ganas de escribir algo respecto al partido de anoche, final de la Copa del Rey entre Real Madrid y Atlético.


Como ya dije, mi enhorabuena a los campeones, eso no puede faltar.

Primero de todo, decir que sí, que estoy de acuerdo, que el futbol es la cosa más importante de aquellas que no son importantes en la vida. Que no me da de comer, que patatín, que patatán. Estoy de acuerdo, pero estoy dolido. Que nadie malinterprete, no le doy más importancia de la justa, pero la justa sí se la doy, porque el futbol me engancha, me ilusiona, me gusta analizarlo, me gusta verlo y practicarlo. Y todos sabéis lo que siento por el equipo del que soy aficionado.

Hay algo de crueldad en lo que pasó ayer. Y hablo en el plano personal. Hasta antes de ayer no tenía entradas para ver el partido, ni intenciones de comprarlas. Pero quisieron los astros alinearse de forma que un buen amigo me ofreció un par de entradas de alguien de su oficina. Quise ver como digo un alineamiento de los astros para devolverme algo de lo que me han quitado esta temporada; ya que los viajes de trabajo me han robado muchos partidos, muchas emociones sentado en mi butaca del Bernabéu. Quise concederme a mí mismo ese pequeño premio para resarcirme, asistir a la final con la ilusión de ganarla, de ver la vuelta de honor por el campo, de ir a la Cibeles por primera vez en mi vida a celebrar un título; acompañado por la mujer de mi vida, a la que tantas veces he dejado sola este año; ella también lo merecía. Y bien de cerca que íbamos a ver esa vuelta de honor, ya que mis entradas estaban en la fila 3, contando desde el césped.

Y todo empezó bien. Compartimos los festivos prolegómenos con familiares y amigos en los alrededores, nos emocionamos al entrar al campo y ver lo cerca que estábamos de césped y jugadores, nos volvimos a emocionar viendo el colorido, los cánticos de ambas aficiones; y nos emocionamos una vez más con todo el estadio unido cantando el himno español: “lolo lolo lololololololo lololololó …”

Di los mayores saltos de alegría con el gol. Estábamos jugando bien, y nos habíamos adelantado. Pero ese fue el comienzo del fin. De pronto el equipo se desactiva y permite que el juego se enmarañe, se atasque. Y ahí el rival se mueve mucho mejor. De ahí el empate.

Ráfagas de juego y ocasiones, tiros al palo, faltas no pitadas a favor, no-faltas pitadas en contra; finalmente prórroga, gol rival, y adiós a mi pequeño premio personal. Todo lo anterior no cuenta ya, cuando el partido se da por finalizado sólo hay un campeón, lo anterior no cuenta y nadie se acordará de ello.

Amargo camino a casa dándole vueltas a una idea que asoma desde hace un tiempo: En 3 años de abono, ¿qué he visto realmente grande en el Bernabéu, qué partido realmente grande hemos ganado y he hecho ese camino a casa lleno de orgullo y satisfacción, como diría uno que yo me sé, ayer presente? La misma sensación de ayer, de celebración grande abortada, me la he llevado en cada Madrid-Barça en estos 3 años (vale, salvo la supercopa de este año, pero no deja de ser un torneo semi-veraniego; y el Madrid-Barça de esta liga, que tampoco vi, pero que era un pseudo-partido jugado con suplentes y a mil puntos del rival en la liga). Me perdí las semis de Champions de este año, pero me quedó la misma amarga sensación viendo el partido en Singapur a las tantas de la mañana con mi camiseta del Madrid rodeado de alemanes. Vi las semis de Champions del año pasado, contra el Bayern, otro camino de vuelta amargo a casa. Ni siquiera la liga del año pasado la pudimos celebrar ganándola en un partido como locales.

Dándole vueltas a esa idea llegué a casa, sin ganas de escribir, con ganas de olvidar, de pasar página. Empezando a odiar a un ególatra que nos ha vendido humo, ligas de 100 puntos, semis de champions, una copa del rey, pero aparte de eso humo, mucho humo. Pero no me ha dado una verdadera satisfacción, de esas grandes que recuerdas toda la vida, como la séptima, o como el gol de Zidane en la novena. Como las finales de eurocopas o el mundial. Ese tipo de emociones.

Y dirán los atléticos que lean esto: “peor nos ha tratado a nosotros la historia del fútbol”. No les falta razón, pero claro, yo aquí hablo de “mi libro”; que ellos escriban sobre el suyo. De hecho estoy seguro que ellos me entienden más que nadie.

Esta es la historia de un premio que no se dio, de una pequeña alegría por tantos amigos y familiares atléticos que merecían esto tanto como yo o más; pero la historia de una decepción, que no queda solo en anoche, que viene de más atrás; la historia de un amargor que sólo los verdaderos futboleros comprenderán por haberla vivido, seguro, ante algún fracaso de su equipo.

Creo que me venía bien verterlo en estas líneas para poder quitármelo de encima.

Habrá que seguir esperando una alegría de esas grandes, que seguro llegará; seguramente sin ególatras en el banquillo, con gente más humilde y con buenos jugadores como tenemos siempre. Espero no tener que esperar demasiado…

domingo, 5 de mayo de 2013

Singapore


Desde Junio del año pasado, el proyecto de la Downtown Line, una nueva línea de metro en Singapur, me ha llevado a ese país en varias ocasiones. Quiero reflejar aquí algunas de mis vivencias en estas tierras tan lejanas del lugar donde mi vida normal transcurre.
Singapur es una ciudad-estado, excolonia inglesa desde hace medio siglo. La población es muy variada, hay gente originaria de China, Malasia, India, Indonesia, Filipinas, etc… y una gran cantidad de europeos, expatriados por sus compañías con sede local en Singapur, donde el régimen fiscal y el puerto (enlace clave entre Europa y Asia) hacen atractiva la apertura de sucursales. Con lo cual es fácil encontrar ingleses, alemanes, españoles, algún francés, algún sudamericano, etc…
Semejante mezcolanza de gentes y culturas diferentes hacen que yo no acabe de catalogar esta ciudad de ninguna manera. Dependiendo de la zona por la que te muevas, a veces parece que estás en el corazón de occidente (las más) y otras te acabes dando cuenta de que esto es el lejano oriente (las menos).
Respecto al idioma no hay el problema que te encuentras en China, donde al parecer nadie habla inglés. Aquí si sabes o chapurreas inglés, te defiendes bien, aunque te encuentras problemas también ya que digamos que no hablan el inglés más académico (nosotros tampoco, con lo cual…).
Respecto a la comida, en general se puede encontrar una gran variedad, con lo cual es difícil tener problemas, a no ser que uno sea demasiado sibarita. He estado en restaurantes italianos, alemanes, tailandeses, hamburgueserías, e incluso en un par de establecimientos españoles, con mención especial a uno llamado Binomio, que ha hecho las delicias de los que acudimos hace pocas fechas. Ahora bien, lo más habitual es el food court, un salón enorme lleno de mesas y sillas con “kioscos” a los lados donde compras la comida que prefieras (india, japonesa, tailandesa, etc…) por poco precio y la consumes en dicho comedor.
Una de las cosas más características es la cantidad de centros comerciales tremendamente enormes que se pueden encontrar aquí. De hecho están interconectados subterráneamente, como los hoteles de Las Vegas, con lo cual entras por uno pero puedes recorrer varios sin salir a la calle. La cultura del “shopping” está muy extendida y cuando se enteran de que eres español no creáis que preguntan qué monumentos se pueden visitar en Madrid o Barcelona, sino cuales son los mejores sitios para ir de compras.
Respecto a la estructura de la ciudad, da la sensación de que tienen el dinero por castigo y tienen que emplearlo en construir edificios cada vez más grandes, cada vez más modernos. Rascacielos, hoteles, centros comerciales; cada uno que descubro más bonito y más lujoso. Evidentemente, como decía antes, también hay otro tipo de zonas más humildes y tranquilas, como Little India o Chinatown, pero si te mueves por el distrito financiero, cuna de rascacielos y del impresionante Marina Bay hotel, no te parece que estés en un sitio muy distinto de Manhattan, por ejemplo.
Muchas cosas positivas a destacar de este país. La limpieza en las calles, la seguridad que impera en cualquier sitio y a cualquier hora, la internacionalidad de bares y restaurantes, que ayudan a que te sientas no tan lejos como realmente estás de Europa, el orden con el que se desarrolla la vida… Alguna dificultad también hay que destacar, como la excesiva rigidez de cada procedimiento que tienes que seguir aquí, no te salgas ni un milímetro porque no vale. Algunas cosas acaban siendo más pesadas y largas de lo que deberían, sólo porque saltarse un paso de cualquier procedimiento es desechado desde antes incluso de proponerlo.
Pero por continuar con buen sabor de boca, el clima es siempre agradable. Estar paseando en pleno mes de diciembre por la calle en pantalón corto y camiseta es algo que los que preferimos climas cálidos agradecemos mucho. El único problema es cuando llueve, que parece que se acaba el mundo de la cantidad de agua que cae en muy poco tiempo.
Otra cosa a destacar: En todos los locales de ocio hay grupos de música tocando en directo. Tengo que decir que la música en directo es una de mis debilidades; pues aquí, desde el bar de cualquier hotel, hasta muchos de los establecimientos de ocio nocturno, dan la oportunidad a grupos de música que, al menos según mi poco fiable criterio musical, tocan con mucha calidad y se nota que dedican muchas horas a los ensayos. Por destacar, hay una chica llamada Roze, con un guitarrista llamado Dennis Tan (interesados podéis encontrarles en mi perfil de Facebook y algún video en youtube) que me parecen buenísimos. Otro claro ejemplo son mis amigos de Music Reborn, (también en mi perfil), que hacen las delicias de los que acuden a un local llamado Insomnia. Finalmente quiero también nombrar un tercer grupo que me parece que hacen una música estupenda, es la banda residente en The Gigg, se llaman Transit y también hay algún video colgado en youtube.

A la hora de hacer deporte, aparte del gimnasio o la piscina del hotel, hay también algunas opciones atractivas. Desde comprar un balón de baloncesto y acercarte a una cancha callejera donde mezclarte jugando un partido con gente local, muy abierta y agradable; hasta irte a East Coast Park a patinar o montar en Bici; pasando por alquilar una mesa de ping pong y pegarte una buena sudada practicando este deporte; o finalmente mi favorita: The Cage. En The Cage puedes alquilar un campo de futbol, tamaño futbol sala pero con césped artificial como superficie, instalado en un almacén cerrado y con paredes a los lados, con lo cual no hay fueras, el balón está continuamente rodando dándole una vuelta de rosca a mi amado futbol y haciendo que sea un deporte todavía más vibrante y dinámico.
Mi experiencia aquí es buena, tengo que reconocerlo. Evidentemente vengo a trabajar, y a trabajar duro pues el proyecto es complicado y ambicioso; y la lejanía respecto a mi vida, mi familia, mi mujer, mi casa; cuesta mucho sobrellevarla. Pero podría ser peor, y es que he tenido la inmensa suerte de haber coincidido aquí con compañer@s jóvenes (alguno no de edad, pero sí de espíritu), enrollados, que se preocupan unos por otros, que hacen piña y consiguen que la estancia aquí acabe siendo por momentos divertida y agradable. Mi agradecimiento a todos ell@s. Prefiero no poner nombres porque me dejaría a alguien seguro. Ell@s saben quiénes son.