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viernes, 13 de agosto de 2010

La Nacional II

Cuando hablamos de una “Nacional” nos referimos a aquellas carreteras que, saliendo de Madrid, unen la capital con las principales ciudades de España, como si fueran radios. Burgos, Barcelona, Valencia, Córdoba, Badajoz y A Coruña representan el destino de cada una de las “Nacionales” que surgen desde Madrid. Actualmente, estas carreteras nacionales que pasaban por muchos pueblos y ciudades intermedias han sido sustituidas por Autopistas mucho más veloces y directas. Con ellas se ha perdido el encanto de parar y visitar dichas poblaciones, como pasó con la ruta 66 y el pueblo “Radiador Springs” (¿Recordáis la peli “Cars”?). Lo cierto es que, por costumbre, se siguen llamando “Nacionales”, por ejemplo la A-2 se sigue llamando “Nacional II”.

Y aquí quería llegar yo. A la Nacional II, o a la A-2, como prefiráis. Y es que los primeros kilómetros de esta carretera que une Madrid con Barcelona están tan presentes en mi vida cotidiana que casi diría que la tengo hasta cariño. Es la consecuencia de vivir en una ciudad dormitorio pegada a dicha nacional, de hecho la antigua Nacional II divide la ciudad donde resido en 2, siguiendo una línea paralela a las vías del tren.

Mi primer contacto como conductor con sus kilómetros de asfalto se produjo en la autoescuela, en ella me enseñaron a incorporarme a una autopista, ya sabéis, pisando fuerte por el carril de aceleración con el ojillo puesto en el retrovisor para buscar el hueco adecuado.

Desde entonces muchas alegrías, y algunas tristezas, han tenido como fondo común a esa negra y atascada autopista (es de las que todas las mañanas aparecen en los informativos como tramos de atasco a la altura de mi ciudad, no falla un solo día a su cita con el portavoz de la DGT).

Muchas veces he recorrido el tramo de la A-2 que separa mi ciudad de la siguiente ciudad dirección Barcelona, una ciudad llena de historia y con un campus universitario y un hospital que he visitado mucho. Y con el “Parque del Ángel”, que no se me olvide que sino algún buen amigo me lo recordará de inmediato …

Pues en dicho campus universitario, tras muchos sudores, sufrimientos y renuncias, conseguí mi título de Osezno Ingeniero, del que estoy muy orgulloso, pero que me convenció de no volver a la universidad nunca más (no entiendo a la gente que dice que les encantaría volver a la Uni, ¡no lo haría ni loco!). Y del hospital, pues buenos y malos recuerdos, como podéis comprender. Buenos recuerdos cuando fui a acompañar a gente que después volví a ver fuera y malos cuando sus camas fueron el último lugar donde les vi. Un sentido recuerdo para ellos y ellas.

El otro sentido de la Nacional II lo conozco de memoria. No en vano es el nexo de unión entre mi ciudad y Madrid, esa monstruosa urbe llena de oportunidades, a la que tantas veces me he tenido que acercar para mil propósitos diferentes. Es más, cada vez que he necesitado salir de Madrid hacia otros lugares de la geografía española, el primer tramo de mi viaje ha transcurrido por la Nacional II, buscando la circunvalación madrileña que da acceso al resto de “Nacionales”.

En los últimos tiempos he frecuentado tierras de la Alcarria, también unidas a mi ciudad mediante la ya archiconocida Nacional II, por un lado porque he hecho buenas amistades con gentes habitantes de aquellas latitudes, y por otro porque estoy dando mis últimos coletazos como osezno futbolista en un equipo de allá, donde demuestro domingo tras domingo que la Nacional II hizo muy bien en dirigirme hacia la universidad para tener algo con lo que ganarme la vida, porque a los oseznos nunca se nos ha dado bien el deporte rey.

Así que ya veis, los pasos del osezno y los kilómetros alquitranados de la Nacional II están muy unidos, y mientras la vida no me lleve por otros derroteros, seguiré desgastando las gomas de mi vehículo con los baches de mi querida A-2.

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